Wednesday, March 12, 2008

HACIA UN TRABAJO SOCIAL CRITICO Y LATINOAMERICANO

Algunas pistas para esta practica académica militante las podemos encontrar parafraseando los “Diez Consejos para los Militantes de Izquierda” de Frei Betto, del cual podríamos acordar algunos lineamientos para un nuevo tipo de practica académica desde el trabajo social:
Podríamos decir Ustedes estudiantes y docentes:
1. Mantenga viva la indignación: Como estudiante no “naturalice” las desigualdades sociales, las condiciones de vida de las personas con las que trabaja, las situaciones de violencia social, desigualdad e injusticia. NO caiga en la trampa tecnocratita del análisis “objetivo” y comprometase con la realidad.
2. La cabeza piensa donde los pies pisan: No se puede ser estudiante de trabajo social sin "ensuciar" las zapatillas allá donde el pueblo vive, lucha, sufre. Alégrate y comparte sus creencias y victorias. Teoría sin práctica es hacer el juego a la razón indolente.
3. No se avergüence de creer en el compromiso social: La razón indolente y sus consecuencias nos han hecho creer que compromiso y militancia son parte del diccionario de malas palabras del trabajo social , que pertenecen a un “pasado mejor” .
No se deje engañar que la razón sin pasión nos hace incompletos.
4. Sea crítico sin perder la autocrítica: Analice, piense, critique y dejase criticar. La autocrítica no es sólo admitir los propios errores. Es admitir ser criticado por los(as) compañeros(as).
5. Sepa la diferencia entre militante y "militonto": “"Militonto" es aquel que se jacta de estar en todo, participar en todos los eventos y movimientos, actuar en todos los frentes. Su lenguaje está lleno de explicaciones y los efectos de sus acciones son superficiales. El militante profundiza sus vínculos con el pueblo, estudia, reflexiona, medita; valora de forma determinada su área de actuación y actividades, valoriza los vínculos orgánicos y los proyectos comunitarios.”
6. Sea riguroso en la ética de la militancia: Los tecnócratas actúan por posiciones e intereses. Los trabajadores sociales militantes actúan por principios. “El verdadero militante es un servidor, dispuesto a dar la propia vida para que otros tengan vida. No se siente humillado por no estar en el poder, u orgulloso al estar. Él no se confunde con la función que ocupa.”
7. Aliméntese en la tradición de la reconceptualizacion: Volver a las fuentes no es ser “retrogrado” , ni “basista” . Es recuperar aquellas discusiones, métodos, estrategias, mística de un trabajo social comprometido.
8. Prefiera el riesgo de errar con los pobres a tener la pretensión de acertar sin ellos: “Convivir con los pobres no es fácil. Primero, hay la tendencia de idealizarlos. Después, se descubre que entre ellos existen los mismos vicios encontrados en las demás clases sociales. Ellos no son mejores ni peores que los demás seres humanos. La diferencia es que son pobres, o sea, personas privadas injusta e involuntariamente de los bienes esenciales de la vida digna. Por eso, estamos al lado de ellos. Por una cuestión de justicia.” Un trabajador social militante jamás negocia los derechos de los pobres y sabe aprender con ellos.
9. Defienda siempre al oprimido, aunque aparentemente ellos no tengan razón: “Son tantos los sufrimientos de los pobres del mundo que no se puede esperar de ellos actitudes que tampoco aparecen en la vida de aquellos que tuvieron una educación refinada. En todos los sectores de la sociedad hay corruptos y bandidos. La diferencia es que, en la élite, la corrupción se hace con la protección de la ley y los bandidos son defendidos por mecanismos económicos sofisticados, que permiten que un especulador lleve una nación entera a la penuria.”
10. Haga del análisis y la mística militante un antídoto contra la alienación: Déjese cuestionar e interpelar por sus emociones, sentidos, búsquedas…Analice con la cabeza y con el corazón. Busque formas diferentes, nuevos puntos de vista en su acción y practica militante.
La posibilidad de recuperar el interés emancipatorio de las prácticas educativas, conlleva una reafirmación de la autonomía de los profesores. Cuando esto no sucede, cuando el proceso educativo pierde el carácter de posibilidad y anticipación, cuando enajena en vez de liberar, profesores y alumnos se sitúan fuera de los valores que justifican su actuación. Este principio se aloja en una concepción instrumental de la vida humana y se refleja en el modo tecnológico de intervención educativa, obsesionado por la eficiencia y la productividad observable y cuantificable.

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